¿Y si reinterpretar Hamlet fuera una oportunidad para hablar de la propia ceguera, de la irresistible pasión por el teatro y de la crisis creativa? ¿Y si en cada Hamlet se pudiera volcar la historia de tu pareja y la particular relación con el padre? ¿Y si la invidencia, como en el caso de Gianfranco Berardi, no supusiera un impedimento físico sino una herramienta para desenmascarar las vanas apariencias de la realidad? ¿Y si la ceguera fuera, en última instancia, la condición capilar de nuestra hiperconectada sociedad moviéndose a tientas entre la apática indiferencia y la voluntad de diluirse en el anonimato de las redes sociales?
En esta iconoclasta, autoirónica y desenfadada revisión del clásico de William Shakespeare, merecedora del prestigioso premio UBU en 2019 a Gianfranco Berardi como mejor actor, la compañía Berardi-Casolari ofrece al espectador algo que va más allá del simple teatro: la posibilidad de repensarse a sí mismo desde una nueva perspectiva. Y es que hoy en día el “ser o no ser” ya no se declama ante la calavera de Yorick, sino ante la pantalla del smartphone. Encerrados en un narcisista juego de espejos, la pregunta sobre nuestra esencia ha acabado trágicamente por remitirnos a una mucho más simple y banal: “estar o no estar… en facebook”.